CAPÍTULO I

Título capítulo 1 | Amor de supermercadomercado | Eromango BL

— ¡Oye Sego!, ayúdame a acomodar la nueva mercadería.

Segundo Reyes, alias Sego de 27 años, era el empleado nuevo en un supermercado de considerable reconocimiento.

— Ya voy — Había comenzado hace poco más de un mes, después de que el taller en el que trabajaba cerrara y no consiguiera nada en el rubro de mecánica, que era su verdadera profesión.

Pasó por algunos momentos difíciles, tanto que tuvo que pedir dinero a su madre para poder cubrir sus gastos, la segunda vez, ella insistió en que pidiera ayuda a su padre, a regañadientes lo hizo porque necesitaba ingresos urgentemente.

Así fue como terminó empleado en uno de los supermercados de la franquicia que su padre dirigía, aunque ninguno de sus compañeros sabía que era el hijo del dueño, de lo contrario lo hubieran tratado mucho mejor y su sueldo no sería tan miserable. Suponía que era una pequeña venganza del hombre, por haber rechazado reiteradamente trabajar a su lado, pero no pueden culparlo.

¿Por qué acudiría al sujeto que requería de una demanda y amenazas de mala imagen pública para darle su apellido?

— Oye Sego, casi es hora de abrir y las verduras siguen sin precios.

— Ya voy — Repitió, acomodando la mercadería que le habían pedido antes.

Ignoró de forma magistral los murmullos sobre su lentitud, le daba igual lo que pensaran y no le pagaban lo suficiente para moverse más rápido.

— Oye Sego — Aunque si seguían apurándolo, iba a mandar a la mierda a alguien — Vamos a pedir comida, ¿Te unes?

Lo pensó unos segundos antes de asentir, el día apenas empezaba y ya quería regresar a casa.

Como cada domingo, el día fue tranquilo y lento por la mañana, con apenas clientes o algo que hacer, pero como exigían verlos ocupados se puso a reacomodar las frutas.

— Buenas noches, disculpe…

Un cliente llamó su atención, y aunque no tenía ganas de lidiar con gente a esa hora se movió para atenderlo con su mejor expresión de fastidio, o ese era su plan, porque apenas sus ojos recorrieron al desconocido, el tedio abandonó su cuerpo por completo.

Tal vez fue demasiado evidente, pero se enderezó y puso una de las mejores sonrisas que tenía, valía la pena porque ese chico era su tipo, aunque algo excéntrico con el cabello rosa y la ropa demasiado veraniega para una ciudad como Cuenca, eso junto a su piel morena le decían que seguramente era de la costa, aunque su look le recordaba a esos chicos que hacían bailes de Kpop en los parques, debía admitir que le encantaría descubrir cómo se movía en otros contextos.

— Muy buenas noches, si, dígame, ¿En qué puedo ayudarle? — Su cambio de tono desubicó totalmente al sexy moreno.

— Ah…sí trabajas aquí — Dijo, al parecer sorprendido de su propia conclusión.

Sego tuvo ganas de apretar sus mejillas, evidentemente trabajaba ahí, se tragó la respuesta irónica de que no usaba el uniforme por gusto personal. No sería malo con el chico lindo, todavía tenía que averiguar su edad, solo esperaba que no fuera demasiado joven.

El muchacho volvió a su celular — Estaba buscando mangos — De forma automática ambas miradas fueron hacia la fruta que estaba a su derecha, al notar la burla en sus ojos, continuó — No solo esos, busco todas las variedades de mango que tengan aquí.

Si bien la pregunta era extraña, Sego no lo cuestionaría demasiado, hasta los chicos lindo tenían sus excentricidades — Mangos, hmm…me parece que tenemos algo de pulpa de mango congelada por allá y…emm — Ahora se arrepentía de no haber memorizado los productos que tenían disponibles, pero no le pagaban lo suficiente para molestarse en hacerlo — Y también tenemos esto, es nuevo, son trocitos de mango con jugo de limón y sal, hemos recibido buenas críticas de este.

Lo guió a una de las estanterías y observó cómo analizaba el producto, después de unos segundos, asintió satisfecho.

— Gracias… — El moreno miró su gafete y apenas pudo contener el bufido de risa — Pff Segundo haha, perdón, pero tu nombre es algo…

— ¿Ridículo?

— Iba a decir de anciano.

— Puedes llamarme Sego, así ya no suena tan mal, ¿Oh sí? — Tanteando el terreno, se acercó un poco, esperando una reacción.

— Un poco mejor.

— Por como lo dices, solo puedo asumir que tu nombre debe ser mucho más bonito. — Definitivamente lo es — El moreno no se alejó, por el contrario, sonreía de forma alegre y siguiéndole la corriente le mostró su cuenta de TikTok, en la que tenía un número importante de seguidores — ¿No es bonito?

@Manguito 🏳️‍🌈🏵️🥭

La banderita junto al nombre de usuario fue lo que más llamó su atención — ¿Es enserio? — Ese debía ser sin duda su apodo.

— Manuel Guido Torres — Dijo seguro — Es mejor que segundo y no pienso discutirlo —

Sego no contuvo su propia sonrisa, debía admitir que era un sobrenombre ingenioso — De acuerdo pequeño influencer, parece que tienes algo con los mangos.

Manuel pareció recordar por qué estaba ahí en primer lugar — Es un proyecto personal, empezó como una broma por mi nombre — Miró a otro lado, al parecer avergonzado — Es una compilación de todos los tipos de mangos de la ciudad, ya sabes, sus variantes, sabores, es un poco tonto ¿No?

— A los chicos lindos se les permite hacer algunas cosas tontas.

— ¿Haa?, ¿Me estás llamando tonto?

— Trataba de decirte lindo — Sego quería reírse de su mueca de indignación, pero si su teoría de que el chico era costeño resultaba cierta debía tener cuidado, podía ser un sexy moreno pero eso no aseguraba que no podía clavarle una navaja en el estómago.

— Oh…bueno, los chicos lindos también reciben algunas cosas gratis — Manguito redujo la distancia entre ellos, acariciando descaradamente su brazo — Y me ofendió que me llamaras tonto.

Su tono ofendido era claramente una actuación, pero Sego siguió el juego.

— Podría hacerte un descuento especial, ¿Sabes? — A propósito recorrió todo su cuerpo antes de mirarlo fijamente a los ojos — Y podría ser flexible contigo, aceptaría otro tipo de… compensación.

El moreno le devolvió el gesto, apretando ligeramente su brazo, tanteando sus músculos — ¿Sabes?, soy muy aficionado a los mangos, a las frutas en general… me gusta saborearlas — Su cercanía era tanta que podía percibir su perfume, incluso su ropa olía a frutas — Me han dicho que soy muuuuy dulce.

Sego casi se ahoga con su propia saliva, podría comprobar la teoría en el baño o tal vez en la bodega, debía estar vacía a esa hora, sería algo rápido y después conseguiría su número, sólo debía ser cuidadoso para que sus compañeros no lo vieran.

— En ese caso, ¿Por qué no llevamos esto a…?

— ¡Sego, te necesitan en caja!

No alcanzó a decir o hacer más, el sexy moreno de los mangos se alejó y recogió de manera rápida los productos que buscaba, perdiéndose entre los pasillos.

Sego, a la caja — insistió su compañero, inconsciente de que acababa de arruinar un rapidito en la bodega.

Le dirigió su mejor mirada de fastidio antes de ir a la caja, ni siquiera podía quejarse, había estado coqueteando con otro hombre, y no le ilusionaba andar ventilando su vida privada.

Fue evidente su desgano al atender a los clientes, estos parecían igual o más molestos que él, sobre todo una señora que no se contuvo de comentar en voz alta sobre lo irresponsables que eran los jóvenes de hoy en día.

No le pagaban lo suficiente para tolerar nada de eso.

Como si fuera una mala broma, al rato el chico de los mangos fue a pagar a su caja, no lo miraba a la cara, seguramente avergonzado de casi dejarse hacer una mamada por un completo desconocido en un supermercado.

— ¿Va a pagar en efectivo o…? — Ni siquiera pudo terminar de hablar cuando le extendió un par de billetes, se tragó una queja y le dio su factura — Por su compra está participando en el sorteo de un auto, puede depositar los boletos con sus datos por allá — Dijo en automático la frase pre ensayada y no se molestó en mirar cuando se fue.

Al final, si fue un día de mierda.

— Oye Sego.

— ¿Qué putas quieres ahora…? — Su humor se había arruinado por completo.

Su compañero empujó algo contra su pecho de forma brusca — Oye, todos odiamos trabajar aquí, tranquilízate un poco… venía a avisarte que el chico que se acaba de ir me dijo que te los diera, ¿Si le explicaste donde poner los boletos?

Claro que sí — Sego tomó los tickets, estaban llenos con los datos del chico, su nombre, número de celular y a un lado dibujado un corazón con un mango.

Al parecer el día no sería una total mierda.

— ¡Oye Sego!

— ¡Que ya voy!