Sego no solía postergar las cosas y rara vez dejaba que temas personales se mezclaran con su trabajo, por ello era algo vergonzoso que después de una semana no se haya molestado en escribirle al sexy moreno al que casi lleva a la bodega.
Su excusa personal era que estaba en un trabajo de mierda que odiaba con toda su alma y consumía tanto su energía como sus ganas de hacer cualquier cosa, aunque tuvo malos trabajos antes. Lo horripilante en esta ocasión era que estaba bajo las órdenes de un padre que negó su existencia hasta que una demanda tocó su puerta.
No era exagerado decir que se repudiaban, aunque su progenitor haya intentado incluirlo en los eventos de la empresa desde que lo reconoció legalmente.
— Por favor apúrese, que Don Francisco lo está esperando.
Sego apenas contuvo la mueca de disgusto, preguntándose qué bicho le había picado al viejo, la última semana parecía estar vigilando de cerca todos sus movimientos. Incluso lo había llamado a las oficinas administrativas.
La mujer que lo recibió, Cecilia, parecía desesperarse por el poco interés y respeto que mostraba hacia quien era su jefe.
— No morirá por esperar — Dijo con fastidio, no estaba de humor para pretender amabilidad, no con aquel uniforme que le picaba.
Cecilia internamente se preguntaba cómo es que el chico había pasado las entrevistas — Mire, yo quiero ayudarle, pero no llegar a la hora que le indicaron ya le da una mala imagen, si Don Francisco quiere despedirle no podré hacer nada.
La imagen de su padre era visible desde antes de llegar a la oficina, a la distancia podía notar su ceño fruncido, estaba molesto. Cecilia entró primero y se disculpó por el retraso, dejando en claro que la culpa era completamente de Sego.
— Ya ve cómo son los jóvenes, pero bueno…
— Cecilia, por favor déjanos solos, y cierra las persianas antes de irte.
La orden del jefe fue acatada de inmediato, aunque con cierta inseguridad, mientras las persianas estaban siendo cerradas le ofrecieron a Sego que tomara asiento.
— No gracias, estoy bien aquí — En un gesto desafiante se quedó de pie, cruzado de brazos — No creo que tardemos mucho.
Estaba seguro de que pudo escuchar un resoplido molesto por parte de Cecilia, pero no se atrevió a decir nada y apenas terminó con su tarea, salió, el ligero clic de la puerta fue la señal de su padre para empezar con sus reclamos.
— Mira Francisco…
— Me llamo Segundo, Sego si no quieres gastar mucha saliva — Su padre tenía la horrible costumbre de recordarle que no solo llevaba su sangre, sino también su nombre.
— Francisco — Insistió el hombre, con su tono volviéndose más serio — Hasta ahora, he respetado todas tus decisiones aunque no me agradaran, incluso te apoyé cuando quisiste estudiar esa carrera de pobres en vez de dedicarte a algo de provecho.
Sego no contuvo el sonido de hastío, hablaba como si hubiera estado toda la vida con él, como si estuviera en todo su derecho de reclamarle algo.
— Tal y como me ha pedido tu madre, he tratado de ser comprensivo, incluso te di trabajo cuando más lo necesitabas, y tú solo vas y haces lo que se te da la gana sin pensar en las consecuencias.
— Hago mi trabajo, que no quiera ir a esas mierdas de reuniones de integración no tiene nada que ver contigo.
— No hablo de las reuniones.
— Entonces, ¿por qué me estás jodiendo?
— ¡Por esto! — Su padre dio vuelta a la laptop sobre la mesa, en la pantalla se podía observar los videos de seguridad del día cuando conoció a Manguito.
— Ou…— Ahora entendía el cabreo de su padre — Eso tampoco tiene que ver contigo. — ¿Pero qué dices?, hacer estas escenitas en público no solo es inmoral… es… es — Su padre se había puesto rojo de la rabia — ¿Sabes que va a decir la gente?
— ¿Y a quién le importa la gente?
— No sé de dónde sacaste esa actitud tan arrogante.
— ¿Te has visto en un espejo? — Sego estaba harto, saber que su padre lo espiaba no era agradable — Si no tienes nada más que decir, me largo.
— Te lo advierto Francisco — Insistió, llamándolo por aquel nombre que odiaba — Si vuelves a ver a ese sujeto, voy a despedirlo.
— ¿Despedirlo? — Sego no estaba entendiendo nada — ¿Sabes dónde trabaja?, ¿qué clase de acosador eres…?
Su padre sonrió con superioridad, igual a cuando cerraba un buen negocio — Vaya, al parecer no te lo dijo.
Sego salió furioso de la oficina de su padre, ser extorsionado no era agradable.
En un gesto que el hombre catalogaría como amable, le dio la mañana libre para pensar, debía volver al trabajo luego del almuerzo. Por lo menos, las oficinas no quedaban demasiado lejos de su casa, aunque llamarla así era algo exagerado.
Rentaba una habitación con baño privado en una antigua casa patrimonial que adecuaron para albergar universitarios, no era exclusivo, pero sí eran una aplastante y fastidiosa mayoría.
Apenas abrió la gran puerta de madera chocó con uno de sus vecinos — Disculpa…
— No pasa nada… — Dijo el chico — Por cierto, no hay luz y el generador no funciona.
Sego había olvidado ese detalle, la luz no llegaría hasta más tarde, bufó con fastidio mientras veía a su vecino marcharse, demasiado centrado en cualquier cosa que estuviera viendo en su celular. Si no recordaba mal, vivía en la habitación junto a la suya, no lo veía con mucha frecuencia pero siempre llevaba una mochila con un montón de parches y pines pegados, su vecino era un friki.
Apenas entró a su habitación se deshizo de la camiseta del uniforme, tendría que volver a ponérsela, pero apreciaría cada segundo que no tuviera que llevarla, fue hacia la minirefri en la esquina del cuarto, buscando algo rápido para preparar en la cocina comunal, descartando todo lo que requiera usar el microondas.
Nada le convenció así que se sintió tentado a solo pedir algo a domicilio, sacó su celular para valorar opciones cuando se dio cuenta de que tenía mensajes no leídos, apenas tuvo que leer el usuario para revisar de inmediato el mensaje.
— Pero mira esto… — Había recibido el mensaje hace un par de horas, pero no se había molestado en revisarlo debido a la molestia con su padre.
Estaba tentado a contestar con el mismo tono coqueto, pero se detuvo antes de escribir la primera palabra, su padre había sido muy claro, Manguito trabajaba en la misma empresa y no dudaría en despedirlo si se enteraba de que volvían a verse.
Aunque…
Ese rostro tan bonito lo tentaba, era injusto que tuvieran que alejarse únicamente por los deseos de un hombre tan egoísta, además, sentía algo de culpa al saber que el trabajo del chico bonito peligraba por su culpa — Debería advertirle — aquello no era una mala idea, era justo que supiera que estaba en la mira.
Sego quería seguir preguntando, pero no recibió más respuestas y sus mensajes ni siquiera eran leídos, el mensaje de “activo hace 5 minutos” parecía burlarse de él.
La cita iba a ser interesante.