Manguito se sintió algo mal por haber dejado con aquella incertidumbre a Sego, pero se le pasaba al recordar que ni siquiera le había escrito a pesar de que le dio su número. Era como una pequeña venganza de su parte, así que no contestó ninguno de los mensajes que le dejó los días siguientes.
Solo le escribió la noche del viernes para acordar el lugar y hora de su cita, procediendo a volver a ignorarlo cuando preguntó cómo sabía su apellido.
Eso seguiría siendo información confidencial.
La mañana del sábado se levantó inusualmente temprano para elegir cuidadosamente su vestimenta y accesorios, quería verse bonito para su cita. Una vez estuvo satisfecho de su reflejo frente al espejo se dispuso a salir, estaba enfocado, nada podría arruinar ese día.
— Ugh, ¿Qué es esa peste?
Apenas salió de la seguridad de su habitación se topó con un intenso olor a quemado proveniente de la cocina compartida del departamento, era uno de los males de convivir con roomies, un día cualquiera podrías despertar y ver que incendiaron la casa.
La ficción solía hacer ver que el compartir tu vida con roomies era maravilloso, nunca estabas solo, los gastos no recaen únicamente en tí y por sobre todas las cosas, tenías amigos contigo. Pero no reflejaban la parte negativa de toda la situación, para empezar; nunca estabas solo, eso quería decir que incluso masturbarte era un problema, sobre todo si el cuarto no tenía las paredes más gruesas, compartir gastos era un alivio hasta que empezaban las peleas por quien gastaba más que los otros, y difícilmente llamaría a las personas con las que vivía sus amigos.
No tenían mucho en común, sin mencionar el pequeño detalle de que no eran las personas más espabiladas del mundo.
— No creo que deba soltar tanto humo.
— Confía en el proceso, va a salir bien.
Manguito no estaba con ganas de lidiar con lo que sea que estuvieran haciendo, pero le preocupaba quedarse sin casa a la que regresar.
— ¿Se puede saber qué están haciendo? — Toda la cocina estaba llena de humo, el origen era algo que al parecer se estaba asando en el horno de la vieja cocina a gas — El dueño nos dijo que no usáramos ese horno.
— No diría que fue una orden, más bien fue una sugerencia — Su compañero, el menor de los tres que conviven en aquel departamento, seguro fue quien tuvo aquella maravillosa idea. — ¿Y a dónde vas tan arreglado? — Su otro compañero lo miró de arriba abajo, entrecerró los ojos, como si lo estuviera juzgando — ¿Qué es eso en tu cara?
Manguito asumió que se refería al ligero toque de brillo que se había puesto en los labios, no iba a responder una pregunta tan obvia, sobre todo cuando sabía que solo desencadenaría otra serie de preguntas estúpidas que rematarían con algún chiste que se burlara de su gusto por las vergas.
— Intenten no explotar la casa — Dijo antes de dirigirse a la puerta, por su propia paz mental, no discutiría con ellos.
— Parece que hoy si le van a dar.
Escuchó el comentario fuera de lugar, pero se tragó la indignación y continuó con su camino, esperaba que no ocurriera nada más que le amargara el día.
Habían acordado encontrarse al medio día, y el parque Calderón fue el lugar elegido. En realidad, Manguito no tenía muy claro que quería hacer en esa cita, lo más sencillo sería ir a comer y tal vez después dar una vuelta por la ciudad.
Revisó en su teléfono si había algo interesante que hacer ese sábado, estuvo casi todo el trayecto buscando, pero nada consiguió llamar su atención, esperaba que Sego tuviera algunas ideas. Apenas llegó al parque buscó sentarse a la sombra de alguno de los árboles, el sol estaba insoportable, igual que todos los días anteriores, anunciando un día más de esa espantosa sequía.
No lograba ver a Sego por ningún lado, aunque todavía faltaban unos minutos para que fuera la hora acordada, estuvo tentado a escribirle un mensaje para avisarle que ya había llegado.
— Sabía que ese pelo me era conocido.
Levantó la mirada, sonriente, ahí frente a él estaba el hombre que le había ganado una advertencia de despido y un par de pensamientos indecentes.
— Así que te acuerdas de mí, me halagas.
— No eres fácil de olvidar.
— Que curioso, iba a decir lo mismo — Manguito se movió un poco para darle espacio de que se sentara a su lado.
— Parece que estamos sincronizados — Sego se acomodó, mirándolo directamente — Entonces, ¿Tienes algún lugar en mente al que quieras ir?
— Iba a preguntarte lo mismo.
— Siento que estamos yendo en círculos.
Manguito no pudo contener la risa, era una conversación bastante absurda.
— Estuve buscando algo que hacer hoy, pero nada me llama la atención… la ciudad está algo apagada estos días.
— Que literal — Ambas miradas se dirigieron de manera inmediata a los generadores eléctricos colocados fuera de los locales, un paisaje extraño al que no se acostumbraban — Y el clima no ayuda.
La vestimenta de Sego era algo diferente a lo que se esperaba, mientras Manguito revisaba sus redes sociales pensó que al ser aficionado a las motos, sería como esos sujetos que andaban con chaquetas de cuero y todos vestidos de negro.
Tal vez el clima tenía algo que ver, ninguna persona con media neurona iría vestida de negro con el calor que hacía, incluso Manguito que vestía algo mucho más fresco ya estaba sudando.
— Creo que ya se que és lo primero que haremos — Se levantó, invitando al otro a hacer lo mismo — Vamos por un helado, necesito algo frío en mi organismo.
— Me leíste la mente — Sego lo siguió, colocando una mano en su espalda baja — Aunque es una pena, porque había algo caliente que me encantaría darte.
Manguito sintió sus mejillas calentarse, le dio un ligero manotazo en el pecho.
— Estamos en público.
— Creo que sabes que eso nunca me ha detenido.
— Empiezo a creer que eres un exhibicionista.
— Y tú eres un pequeño acosador, estamos a mano.
Parecía la oportunidad perfecta para tocar el tema de su padre, las amenazas de despido, cómo había descubierto que era hijo de su jefe. Pero era una conversación demasiado densa para tener al inicio de su cita, quería disfrutar un poco más de aquella apetecible química que tenían.
— Apuesto a que no te imaginas cuál es mi sabor favorito — Sin ningún arrepentimiento cambió de tema, esperaba que Sego no tuviera prisa por interrogarlo.
— Estoy muerto de la intriga — Dijo siguiéndole el juego.
Entraron al establecimiento y tomaron asiento en una de las mesas del piso superior, a pesar del descaro inicial, no querían que alguien hiciera un escándalo por ver a dos chicos coquetear tan libremente. La conversación fluyó bastante bien, ninguno profundizó mucho en su pasado, solo hablando de todo un poco, generalidades de sus trabajos, chismes que sabían de sus compañeros o anécdotas que habían tenido con amigos. De vez en cuando Sego hacía gala de su descaro y lo tocaba de más o hacía algún comentario sobre llevar las cosas a otro lado, era divertido corresponderle, le hacía sentir bien que no tuviera miedo de expresar cuánto lo deseaba.
— ¿Son necesarias las fotografías? — preguntó Sego cuando lo vio tomarle fotos de varios ángulos a su copa de helado.
— Por supuesto que lo son — Manguito le sonrió con picardía — Todavía continúo mi investigación sobre los mangos, ¿O ya olvidaste cómo nos conocimos? — Sabía que no lo había hecho, después de todo, daba like a todas sus publicaciones.
— Cierto, eres un pequeño influencer — Sego pareció recordar algo en ese momento — Le diste un 7/10 a lo que te vendí ese día, eso es un poco ofensivo.
— Pero le di un 10/10 al servicio — Contestó coqueto, tomando un poco de helado con la cucharilla y llevándola a su boca — No soy fanático de las cosas ácidas, prefiero lo dulce, ¿Y tú?
— Me empalago rápido de las golosinas — Sego le dirigió una larga mirada a su boca, que seguía lamiendo la cucharilla — Aunque hay algunas excepciones.
— Me encantaría descubrir esas excepciones.
Salieron del lugar después de casi una hora de conversación, no muy seguros de hacia dónde ir, decidieron acercarse a la glorieta del parque, donde un pequeño grupo de personas estaba reunida observando algo.
Eran unos chicos, probablemente adolescentes, que estaban practicando algún baile urbano, hacían piruetas y otros jóvenes los alentaban.
— Que bueno que es ser joven, ¿No crees?, sin grandes preocupaciones o problemas fastidiando cada minuto — La voz de Sego sonó algo nostálgica.
— Hablas como si fueras un anciano — Manguito entendía a qué se refería, pero le gustaba pensar que ser adulto también estaba lleno de cosas buenas — A esa edad dependes de todo el mundo, no eres verdaderamente libre.
— ¿Y alguna vez lo somos?
— Supongo que eso depende — Con más confianza, se pegó a su costado, rodeando su brazo — Si eres capaz de atreverte a dar un paso al frente sin pensar en que dirán los demás — Bajó un poco el tono de su voz — Ya sabes, cómo ofrecerte a chuparsela a un extraño, eso seguramente es muy liberador.
Su insinuación dió el resultado esperado, Sego de inmediato quiso sujetarlo, pero su intento quedó en la nada cuando Manguito se alejó de repente para aplaudir a los chicos que habían estado dando su espectáculo de baile.
— Y luego yo soy el exhibicionista — Dijo Sego con una sonrisa.
— Oh cariño, lo eres — Comenzó a caminar, sabiendo que lo seguiría — Pero debes saber que soy muy fácil… de influenciar.